Prime Video continúa apostando por historias originales, y su más reciente lanzamiento, “Juegos de Seducción”, prometía ser un thriller apasionante protagonizado por dos de los rostros más populares del cine y la televisión en México: Martha Higareda y Diego Boneta. Sin embargo, lo que se vendía como una cinta llena de tensión y engaños, ha terminado por convertirse en una de las mayores decepciones del año, fallando estrepitosamente en generar cualquier atisbo de suspenso y, peor aún, exhibiendo una alarmante falta de química entre sus protagonistas. Es más, para muchos, estamos posiblemente ante una de las peores producciones mexicanas que verán la luz este año.

La Promesa Incumplida de un Juego de Engaños

La premisa de “Juegos de Seducción” suena, sobre el papel, bastante atractiva. La sinopsis nos presenta a Sebastián (Diego Boneta), un joven estafador guapo, galante e irresistible, que, junto a su cómplice Maclo (Alejandro Speitzer), se dedica a seducir y engañar a mujeres ricas para despojarlas de su dinero. Justo cuando está a punto de retirarse como un ganador, un “accidente” lo cruza con Carolina (Martha Higareda), una mujer casada y misteriosa con quien inicia un romance. La pregunta central que plantea la cinta es intrigante: en un mundo donde todo es una transacción, ¿cómo distinguir la verdad de la mentira?

Lo irónico es que tanto la sinopsis como el tráiler de la película resultan ser mucho más cautivadores que las casi dos horas de metraje. Desde el inicio, el personaje de Boneta no logra quitarse de encima esa vibra de “Luis Miguel” que va echándole el ojo a mujeres de diversas edades con el único fin de estafarlas a placer. Todo esto se enmarca bajo una filosofía de vida que postula que todo en el mundo es una transacción en la que las personas siempre buscan obtener algo de los demás.

Aunque la idea de fondo no es del todo mala, la ejecución en “Juegos de Seducción” resulta ser poco efectiva y se desmorona a medida que el filme avanza. Lo más frustrante es que, justo cuando Sebastián está en la cúspide de su “carrera” de estafador y a punto de retirarse con una fortuna, decide hacerle caso a sus “bajos instintos” y arriesgarlo todo por una chica que, para cualquier espectador medianamente atento, está mintiendo descaradamente. Y es en este punto donde la trama da un giro para peor.

Un Guion Caótico y Actuaciones sin Rumbo

Las historias exageradas de Martha Higareda son más divertidas que este filme. Foto: Prime Video

Por alguna extraña razón, el experto estafador de Boneta termina creyéndose la interpretación de “víctima” de Carolina (Higareda), de quien inexplicablemente se enamora después de una desafortunada escena en la que cantan muy mal “Si tú no vuelves” de Miguel Bosé en el coche. Todo esto, supuestamente, para “librarla” de su esposo machista, malvado y opresor, interpretado por Alberto Guerra. Este último, un millonario y prolífico empresario, se convierte en el nuevo objetivo de Sebastián y compañía, quienes buscan realizar la “gran estafa” que les permitirá despedirse de su vida de transacciones y retirarse a lo grande.

El guion, a cargo de Hipatia Argüero y Adriana Pelusi, es un verdadero desastre por donde se le mire. En su afán por crear un thriller apasionado entre Higareda y Boneta, combinado con una cinta de estafadores desafortunados, “Juegos de Seducción” termina cayendo no solo en un montón de situaciones que provocan risa involuntaria, sino en tremendas incongruencias narrativas. Uno podría perdonarles esos pecados si el desarrollo del amorío y la supuesta “gran estafa” detrás de ello transmitieran algo, pero la realidad es que la película carece por completo de atmósfera, tensión y, en cambio, provoca un sinfín de bostezos.

La dirección de Gonzalo Tobal nunca logra encontrar un tono adecuado; toda la cinta se siente fría, ajena y desapasionada. Incluso las escenas que deberían ser subidas de tono carecen de cualquier calidad erótica o sensualidad. No se trata de exigir desnudos gratuitos, pero si uno de los pilares de tu trama es la seducción, al menos se esperaría que las escenas sensuales tuvieran un sentido de amenaza, de peligro, como en aquellos buenos thrillers de antaño, véase “Bajos Instintos” (1992) o “Atracción Fatal” (1987). Una situación que, lamentablemente, jamás se siente en esta producción.

El Fracaso de la Seducción y la Estafa

Uy que malo. Alberto Guerra es un villano deslucido en Juegos de Seducción. Foto: Prime Video

Hablando del tono, las actuaciones tampoco ayudan a salvar el barco. Hay momentos en que, más allá de la evidente falta de química entre los protagonistas, “Juegos de Seducción” logra momentos telenoveleros dignos de “La Rosa de Guadalupe”. El personaje de Boneta tiene un arco que lo lleva a la peor traición de su astuta personalidad: pasa de ser un zorro experto en engaños a un grandísimo idiota al que es imposible comprender cómo diablos le pudieron ver la cara tan fácilmente, sobre todo porque el espectador lo ve venir a leguas.

Lo mismo sucede con el personaje de Carolina. A Martha Higareda le cuesta muchísimo en varios momentos hacer un papel creíble que no parezca meramente una víctima ingenua. Ni la musicalización, ni la fotografía, y mucho menos la edición, logran rescatar a “Juegos de Seducción” de ser un filme digno del olvido. En defensa de los involucrados, hay que reconocer que el guion no les hace ningún favor, pues al final, la trama parece más una venganza de mujeres empoderadas engañadas por los hombres que algo con un sentido narrativo más profundo. Basta con sufrir la escena climática del filme para comprobarlo: una verdadera vergüenza.

Predecible, aburrida y sin chispa, el mayor pecado de “Juegos de Seducción” es no saber construir un thriller inteligente, no delinear una estafa sutil y, sobre todo, no saber crear a un par de estafadores que ofrezcan un juego interesante de engaño y, mucho menos, de seducción. Todo el show resulta olvidable. Al menos, por ahí suena “Persiana Americana”, de Soda Stereo, uno de los pocos (o el único) elementos rescatables de la cinta. No tiene nada que ver con la historia, pero bueno, siempre se agradece un poco de la buena música en medio del desastre.