El mundo de la farándula y, en particular, los millones de seguidores de Roberto Gómez Bolaños, conocido entrañablemente como Chespirito, han vuelto a poner el foco en su vida personal tras el estreno de su bioserie. Más allá de su inmenso legado televisivo, las relaciones sentimentales del comediante siempre han sido motivo de gran interés, especialmente su sonado divorcio de Graciela Fernández, la madre de sus seis hijos. Un tema que el propio Chespirito abordó con sinceridad en sus memorias, Sin querer queriendo, publicadas en 2006.

En este revelador texto, el icónico creador de El Chavo del 8 no dudó en narrar la compleja etapa que vivió al iniciar su relación con Florinda Meza, una de las actrices clave de sus producciones y quien se convertiría en su segunda esposa. Gómez Bolaños describió el profundo conflicto personal que le generó tomar esta decisión, consciente de que marcaría el inicio de transformaciones irreversibles en su vida familiar. La separación de Graciela, con quien había compartido más de dos décadas de vida, fue, según sus propias palabras, un “inevitable trauma”.

Graciela Fernández y Roberto Gómez

El peso de la culpa por la infidelidad fue un sentimiento que Chespirito no ocultó. En sus memorias, reflexionó sobre cómo uno tiende a considerarse el único responsable de lo ocurrido, cuando en realidad, la culpa es un sentimiento que debe ser compartido. Esta autocrítica y la carga emocional que significó la ruptura se tradujeron no solo en un impacto personal, sino también en decisiones materiales significativas.

Roberto Gómez Bolaños y Graciela Fernández se casaron en 1968 y su unión duró hasta 1989. Tras el divorcio, Chespirito se aseguró de que Graciela recibiera un respaldo económico sustancial. El propio comediante confirmó en sus memorias que Graciela Fernández recibió una herencia considerable, compuesta principalmente por bienes inmuebles y objetos de gran valor.

Foto inédita de Graciela Fernández junto a Chespirito se vuelve viral-  Grupo Milenio

El acuerdo de divorcio incluyó la entrega de dos casas, varios terrenos y todos los muebles. Además, Graciela recibió uno de los automóviles preferidos del comediante y una suma importante de centenarios (monedas de oro mexicanas de gran valor). La intención de Chespirito al transferir estos bienes era clara: garantizar la estabilidad y seguridad de la madre de sus hijos, asegurándose de que pudiera continuar con su vida sin preocupaciones económicas tras la disolución del matrimonio.

La magnitud de los activos transferidos a Graciela Fernández ha sido calificada como “millonaria” por diversos medios, dado el valor acumulado de las propiedades y los bienes monetarios. Esta decisión no solo reflejó un compromiso material, sino también el deseo de Chespirito de asumir su responsabilidad emocional y económica ante la ruptura. Así, la historia personal de Gómez Bolaños, con sus complejidades y decisiones difíciles, quedó plasmada en sus memorias, donde se reconoce el impacto de sus acciones y el legado que dejó a su familia, más allá de la pantalla.