en lo alto del altiplano andino donde el cielo parece rozar las montañas y el viento sopla con una voz antigua vivía un niño de ojitos brillantes y sonrisa tierna llamado Miguelito su hogar era una humilde casita de adobe con techito de paja y una pequeña ventanita por donde entraban los rayos del sol cada mañana calentando el interior como una caricia suave Miguelito vivía junto a sus padres Don Julián y doña Teresa campesinos de manos curtidas y corazones nobles Aunque la tierra era seca y el pueblo olvidado por el mundo en esa

casita no faltaban los abrazos las risas tímidas y las noches alrededor del fogón donde don Julián contaba historias de estrellas y espíritus buenos y doña Teresa tejía en silencio mientras su hijo se quedaba dormido recostado en su regazo las mañanas eran frías pero llenas de vida Miguelito salía con su ponchito tejido por su madre a correr entre las piedras cuidando a las ovejitas que pastaban entre los cerros a veces cantaba bajito otras veces recogía flores silvestres para su mamita que siempre lo recibía con una

sonrisa y una caricia en la mejilla a pesar de la pobreza su corazón era rico en amor y la casita de adobe se llenaba de Esperanza una mañana justo cuando el sol comenzaba aorar los picos de las montañas sus padres se despidieron de él con ternura iban al mercado del pueblo vecino llevaban unas mantitas tejidas y algo de quinoa para intercambiar por comida Miguelito los vio alejarse por el camino polvoriento tomados de la mano mientras agitaban la mano en despedida su madre le lanzó un beso al aire y su padre le guiñó un ojo no

tardaremos hijito le dijo su madre con voz dulce Cuida la casita Sí sí mamita respondió Miguelito abrasando con fuerza el ponchó que ella le había tejido Esa fue la última vez que los vio los días Pasaron como sombras alargadas sobre la Tierra reseca del altiplano cada amanecer traía consigo La promesa de un reencuentro pero el Crepúsculo siempre encontraba a Miguelito aferrado a la esperanza de ver entre la bruma la silueta de sus padres regresando por el camino polvoriento la casita de adobe antes llena de risas y abrazos se había

transformado en un refugio silencioso en donde El eco de las palabras de sus padres resonaba en cada Rincón y el frío se mezclaba con la soledad Miguelito se despertaba cada mañana con la ilusión en el corazón y al asomarse por la ventanita buscaba en el Horizonte una figura que se desvaneciera en la luz del Alba con los ojos vidriosos de Lágrimas el niño recorría el patio sintiendo el peso del abandono en cada pisada la risa inocente se había vuelto un murmullo ahogado y su voz una oración muda al cielo en la que pedía sin

entenderlo del todo que el amor de sus padres volviera a llenarlo de calor y ternura la incertidumbre se mezclaba con el hambre la despensa antes colmada de Pequeños manjares y dulces risas estaba vacía Los silencios se adueñaba de la casa y en la soledad del Adobe El pequeño Miguelito se veía a sí mismo reflejado en las paredes como si en cada grieta pudiera encontrar una respuesta una tarde con el sol ya ocultándose tras las montañas el niño se armó de valor y salió en busca de una ayuda que aliviara su pena y su estómago

vacío caminó por el polvoriento sendero del pueblo hasta llegar a la Modesta vivienda de Don un vecino conocido por su carácter áspero con voz temblorosa y llena de inocente Esperanza Miguelito se acercó y con manos pequeñas extendidas pidió con un tono casi suplicante señor tendría usted un poquito de comidita para este niño que tiene hambre pero en vez de la ternura que esperaba encontrar la respuesta del vecino fue un golpe frío seco y cruel Don Rigoberto abrió la puerta con fastidio y al ver al pequeño con los

ojitos llenos de Súplica frunció el ceño y le gritó con voz áspera casi como escupiendo las palabras y yo qué culpa tengo de que tus padres no hayan vuelto Ah qué quieres que haga yo a mí no me dejaron ningún hijo que alimentar y si no están contigo es porque te abandonaron capaz se cansaron de ti porque eres una carga melito se inmóvil esas palabras como piedras lanzadas al pecho lo atravesaron por dentro bajó la mirada tragándose las lágrimas y sin decir una sola palabra dio media vuelta con sus manitos apretadas contra el pecho el sonido de

la puerta cerrándose de golpe a sus espaldas Fue como un latido seco del mundo que lo rechazaba y mientras caminaba de regreso a su casita con el corazón roto y los pies Arrastrando la tristeza por el camino polvoriento Solo una pregunta se repetía en su mente será verdad que nadie me quiere el Crepúsculo se volvió testigo silencioso del dolor del Pequeño quien regresó a su casita de adobe sintiendo que cada ladrillo y cada rincón lloraban con él la noche llegó con su manto de estrellas pero en el corazón de Miguelito no se

encendía la luz de la esperanza solo la soledad y el pesar lo acompañaban en su lecho mientras sus ojos abiertos al vacío esperaban un milagro en el silencio de esa noche cuando la tristeza parecía haberse instalado de forma permanente en el alma del niño el viento trajo consigo un murmullo de algo inesperado una promesa oculta en la penumbra sin saberlo en aquel instante el destino ya se Estaba preparando para tejer un nuevo capítulo en la vida de Miguelito uno que a pesar del y la amargura dejaría una huella de amor

inquebrantable y Esperanza renovada la luna redonda y pálida colgaba en el cielo como una lámpara silenciosa iluminando la soledad del altiplano el viento soplaba suave acariciando las piedras Los pajonales y la casita de adobe donde un niño dormía en silencio abrazado a su ponchito como si en el aún pudiese sentir el aroma de su madre esa noche Miguelito no logró dormir El hambre le dolía en el estómago y también en el alma su cuerpecito temblaba de frío pero lo que más le helaba era el vacío ese hueco profundo

que deja la ausencia de quien más se ama se levantó lentamente del suelo donde se había acostado cubierto con una manta vieja y se sentó junto a la ventanita miró el cielo lleno de estrellas con los ojitos empañados de tristeza mamita papito dónde están susurró con voz quebrada yo lo sigo esperando en ese momento un crujido suave se escuchó fuera de la casita Miguelito se asustó un poco pero su corazón acostumbrado ya al dolor no temía lo desconocido se levantó despacito y abrió la puerta de barro frente a él envuelto

en la luz tenue de la luna a había un ancianito era un hombre muy viejito de rostro lleno de arrugas como los surcos de la tierra seca y sus ojos sus ojos eran tristes pero dulces caminaba con un bastoncito de madera y sus manos temblaban del frío llevaba una Ruana raída y un sombrerito de lana que cubría sus canas su voz era apenas un suspiro niñito podrías dejarme descansar Aquí esta noche no tengo donde quedarme y el frío es fuerte Miguelito Lo miró Por un instante Había algo en aquel ancianito que le inspiraba confianza algo cálido en su

presencia como si ese rostro tan ajado por el tiempo llevara consigo siglos de bondad Claro que sí abuelito pase por favor está haciendo mucho frío el ancianito entró despacito y Miguelito le ayudó a sentarse en el banquito viejo que estaba junto al fuego apagado el niño buscó una manta del Rincón y se la colocó sobre los hombros con cariño debe estar cansado le dijo con dulzura Perdón que no tengo comidita Para ofrecerle el anciano sonrió con ternura como si esas palabras fueran el más delicioso banquete tu bondad me alimenta hijito

Gracias por tu corazón conversaron un rato Miguelito con lágrimas contenidas le contó comoo sus papás se habían ido y no regresaban como esperaba Cada día que aparecieran por el camino como Había tocado puertas que solo le ofrecieron rechazo el ancianito escuchaba en silencio asintiendo con la cabeza con los ojos tristes como si cada palabra del niño se clavara también en su alma cuando llegó la hora de dormir Miguelito miró su camita la única en la casita y luego miró al anciano abuelito yo dormiré en el suelo

esta noche usted puede acostarse en mi camita está viejito y necesita descansar No hijito no puedo aceptar eso si puede le interrumpió Miguelito con Una sonrisita tierna yo estoy acostumbrado al piso Usted descanse por favor y así fue el ancianito conmovido se recostó en la camita de Miguelito mientras el niño envuelto en su ponchito se acostaba sobre el suelo frío junto al fogón apagado antes de cerrar los ojos miró al cielo estrellado a través de la ventanita y susurró Gracias diosito porque esta noche no estoy tan solito y esa noche

por primera vez en mucho tiempo Miguelito durmió con el corazón un poquito más tibio no sabía aún que el amanecer traería una sorpresa una bendición que solo los corazones puros pueden comprender la madrugada llegó con su aliento helado y los primeros rayos del sol apenas asomaban entre los cerros dormidos del altiplano un Gallito cantó a lo lejos y los pajaritos comenzaban a despertar la tierra con su canto suave y esperanzador dentro de la casita de adobe Miguelito abrió lentamente los ojos se incorporó en silencio estirando sus

bracitos adormecidos por haber dormido en el piso sobre una manta delgada Por un instante recordó al ancianito y su corazón se alegró pero cuando volteó la mirada hacia la camita la hó vacía abuelito murmuró confundido se levantó rápido y corrió hacia la puerta la abrió de golpe dejando que la luz del amanecer inundara la la casita miró hacia todos lados no había huellas ni bastoncito ni rastro del ancianito que había dormido allí el corazón de Miguelito se encogió salió corriendo unos pasos más allá miró Hacia el camino que

serpenteaba hacia los cerros pero no había nadie solo el viento jugando entre los pajonales Dónde está susurró sintiendo una punzada de trza ni siquiera se despidió volvió cabizbajo a su casita cerró la puerta lentamente y se quedó en silencio unos segundos Fue entonces cuando algo llamó su atención se frotó los ojos sin poder creer lo que veía en la mesita de madera junto al banquito donde el ancianito había descansado había una manta grande extendida y sobre ella comida comida de verdad no solo pan y queso sino también

papas cocidas choclo un poco de carne seca frutas coloridas y hasta un tarrito con miel Todo estaba ordenado con esmero como si hubiera sido preparado con cariño y cuidado Miguelito se quedó inmóvil sus ojitos Se abrieron grandes brillando como Luceros en la penumbra caminó despacito hacia la mesa temiendo que al acercarse todo fuera un sueño pero no la comida estaba ahí podía olerla podía tocarla llevó sus manitas al pecho sintiendo su corazón latir con fuerza las lágrimas brotaron sin aviso y resbalaron por sus mejillas morenas

mojándolo exclamó con la voz entrecortada Gracias por no dejarme solo corrió hacia la puerta la abrió con fuerza y cayó de rodillas sobre la Tierra seca alzó sus manitos al cielo azul mientras el sol terminaba de nacer detrás de las montañas tiniendo el paisaje con tonos dorados Gracias diosito Gracias por mandarme a ese abuelito Bueno gracias por tu amor Miguelito no sabía de Milagros ni de ángeles ni de misterios celestiales pero en su Corazón de niño sabía con certeza que aquel ancianito no era un hombre común era un enviado un susurro

del cielo una caricia de Dios disfrazada de arrugas y bastón ese día Miguelito comió como no lo había hecho en mucho tiempo compartió cada bocado con gratitud como si el alimento tuviera palabras escondidas de Consuelo y esperanza y esa noche cuando se volvió a acostar en su camita porque Había decidido que si el abuelito regresaba él dormiría siempre en el suelo para cuidarlo bien cerró los ojos con una sonrisa ya no estaba solo ya no tenía miedo la tristeza seguía allí Como una nube suave pero ahora el cielo tenía luz

desde aquella mañana milagrosa algo cambió para siempre en el corazón de Miguelito la casita de que antes parecía grande y vacía ahora se sentía más cálida más viva no por la comida que había sobre la mesa ni por la manta nueva que el ancianito había dejado cuidadosamente doblada en un rincón sino porque en su interior El pequeño Miguelito había encontrado una certeza Dios lo amaba y no lo iba a abandonar los días seguían siendo duros el altiplano no cambió el seguía soplando fuerte la tierra seguía seca y los caminos del pueblo seguían igual de

polvorientos sus padres no regresaron pero Miguelito ya no los esperaba con lágrimas sino con amor cada día al salir al patio miraba el Horizonte Y decía con una voz dulce donde quiera que estén Los amo y estoy bien no estoy solo ya no tenía miedo de dormir por las noches ni de los silencios largos comenzó a cuidar su casita con cariño barrió el piso de barro arregló el techito donde goteaba y hasta colgó una Flor seca en la pared porque decía que eso le daba alegría a los rincones tristes cada mañana antes de hacer

cualquier cosa se arrodillaba frente a la ventanita y alzaba sus manitos al cielo Gracias diosito por un día más ayúdame ser bueno Y si puedes manda al abuelito otra vez pero si no vuelve dile que lo recuerdo mucho los vecinos lo veían pasar y algo en su rostro les conmovía ya no era el niño de mirada apagada Había algo en sus ojitos una luz Serena profunda como si dentro de su corazón habitara una esperanza invencible algunos conmovidos en secreto empezaron a dejarle frutas cerca de su puerta otros le regalaban un pan cuando

lo veían en la plaza ya no lo veían como una carga sino como un niño que enseñaba con su sola presencia el valor del amor La fe y la gratitud un día mientras caminaba por el campo recogiendo leñita Miguelito alzó la vista y vio algo brillante entre las nubes no supo si fue el reflejo del sol o una estrella que se escapó del cielo pero por un instante juraría haber visto la silueta del ancianito con su bastón saludándolo desde lo alto sonrió Gracias abuelito dijo en voz baja nunca te voy a olvidar y siguió Caminando con los pies descalzos y el

alma desbordada de amor los años pasaron Miguelito creció fuerte y bueno su corazón nunca se endureció Aunque conoció el dolor se convirtió en un joven sabio querido por todos ayudaba a los niños del pueblo enseñándoles a cuidar sus animalitos a sembrar con paciencia y sobre todo a nunca Dejar de creer pero en su casita de adobe nunca dejó de haber una camita extra por si un día regresaba el abuelito y cada noche antes de dormir seguía dando gracias porque Miguelito aprendió que el amor verdadero no se ve con los ojos sino con el alma y que Dios

Incluso en los lugares más secos y olvidados del mundo siempre encuentra la forma de decirnos aquí estoy nunca te dejaré pasaron los años y aquel niño solitario del altiplano se convirtió en un niño sabio de mirada serena y voz suave como el viento que acaricia los cerros la gente del pueblo comenzó a llamarlo con respeto El guardián de la casita de de adobe Miguelito nunca olvidó su origen ni las lágrimas que regaron su infancia ni la noche en que Dios tocó a su puerta disfrazado de ancianito cada piedra de su hogar cada

rincón guardaba El eco de aquel encuentro sagrado y aunque nunca volvió a ver al abuelito cada vez que ayudaba a un niño compartía pan con un necesitado o acariciaba con ternura a un viejito cansado sentía en lo profundo de su alma que aquel visitante seguía allí acompañándolo en silencio muchos decían que Miguelito tenía un don que su sola presencia calmaba el alma otros afirmaban que su casita era un lugar bendito donde se respiraba paz pero él nunca se creyó especial solo decía fui un niño que esperó y Dios no

me falló Y cada noche antes de dormir aún alzaba sus itos al cielo como cuando era pequeño y susurraba con los ojos cerrados Gracias diosito por no dejarme solo hoy cuando el sol cae detrás de las montañas del altiplano y la luz dorada baña la tierra reseca todavía se puede ver aquella casita de adobe sencilla pero hermosa llena de flores de vida y de recuerdos allí vivió un niño que aprendió a creer en los milagros allí floreció la esperanza allí Dios se hizo presente hay historias que no solo se escuchan se sienten historias que no solo nos

entristecen nos despiertan la historia de Miguelito es una de esas no es solo la historia de un niño abandonado es la historia de muchas almas que en algún momento de su vida han sentido que el mundo se apagaba que el amor se les iba de las manos que la soledad se sentaba a su lado como única compañía y sin embargo en medio de ese Abismo Dios porque Dios no siempre entra con ruido no siempre llega con truenos ni Milagros estruendosos a veces Dios se disfraza de ancianito cansado de pan compartido de lágrimas que sanan a veces toca la

puerta de una casita humilde de un corazón herido de un alma que ya no espera nada Solo para recordarnos que su amor nunca abandona que su promesa sigue viva Miguelito nos enseña algo que el mundo ha olvidado que la fe no necesita respuestas inmediatas que el amor no depende de la circunstancias y que la bondad Incluso en la pobreza más profunda puede ser la semilla de un milagro Cuántos como é caminan por la vida esperando que alguien vuelva Cuántos se acuestan con hambre no solo de pan sino de cariño de Consuelo de

sentido y sin embargo siguen esperando con esa fe inocente que a veces los adultos perdemos una fe que no cuestiona que no exige que simplemente confía la historia de Miguelito no es solo un cuento es un espejo nos muestra Quiénes fuimos Quiénes somos y quiénes podríamos volver a ser si recuperamos esa ternura en el alma esa sencillez en el corazón esa capacidad de ver a Dios en lo pequeño en lo cotidiano en lo que el mundo llama insignificante porque no hay tierra tan seca donde Dios no pueda hacer brotar una flor no hay lágrima que él no vea no

hay niño olvidado que él no abrace y no hay noche tan oscura que no esté ya preparando su amanecer el abuelito que llegó a la vida de Miguelito fue mucho más que un visitante fue una respuesta del cielo fue un recordatorio de que cuando ya no queda nada queda Dios y con él lo que parecía un final se convierte en un nuevo comienzo Quizás tú también estás esperando Quizás te sientes solo abandonado confundido como Miguelito Mirando por la ventana de tu alma esperando que algo cambie y tal vez sientas que nadie toca tu puerta que

nadie se acerca que nadie te ve Pero créeme Dios ya está en camino tal vez no lo reconocerás al principio tal vez llegue de forma sencilla disfrazado de algo o alguien que no esperabas pero cuando lo dejes entrar sentirás el mismo calor que sintió Miguelito esa noche y descubrirás que nunca estuviste Solo que su amor estaba ahí esperando el momento exacto para abrazarte no dejes de creer no cierres tu puerta No apagues esa Lucecita que aún parpadea dentro de ti porque hay un Dios que nunca falla un Dios que siempre

llega un Dios que incluso en el altiplano más seco del alma hace florecer la esperanza y cuando é toca todo cambia Gracias por llegar hasta el final de esta historia si este relato tocó tu corazón si te hizo reflexionar si te sacó una lágrima o te devolvió la esperanza te invito con mucho cariño a que te suscribas a este humilde canal reflexiones del abuelo aquí compartimos historias que sanan que abrazan el alma y que nos recuerdan que incluso en medio del dolor siempre hay una luz una señal de amor un milagro esperando

florecer dale like si esta historia te conmovió comparte con alguien que necesite un mensaje de fe y no olvides activar la campanita para que no te pierdas la próxima reflexión con todo el cariño del abuelo Hasta pronto Dios te bendiga